Cómo la evolución nos puso en la cima de la cadena alimentaria: 6 rasgos
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Cómo la evolución nos puso en la cima de la cadena alimentaria: 6 rasgos

May 27, 2023

La posición del ser humano como especie en la cima de la cadena alimentaria es innegable. Nos hemos adaptado a vivir en todo el mundo y nos hemos convertido en superdepredadores donde quiera que hayamos ido.

Sin embargo, esta dinámica no se produjo de la noche a la mañana. Se necesitaron millones de años de evolución para producir los rasgos que nos dieron una ventaja evolutiva sobre nuestros competidores. Durante ese tiempo, luchamos por sobrevivir y soportamos las dificultades que nos deparaba la naturaleza. Incluso sobrevivimos a duras penas a un evento de extinción que redujo la especie humana a sólo unos pocos miles de individuos.

Pero sobrevivimos. Y nos convertimos en el animal más exitoso del planeta. Ahora controlamos el destino del mundo entero. Pero, ¿cómo ha ocurrido esto? No habría sido posible sin los rasgos únicos que nos hacen humanos. Aquí hay 6 rasgos de la evolución humana que nos llevaron a la cima de la cadena alimentaria.

Aunque muchos animales, como las aves y sus ancestros dinosaurios, son o fueron bípedos, la capacidad de mantenerse erguidos y caminar sobre las dos patas traseras trajo consigo una serie de ventajas que guiaron la evolución humana.

No sólo era más eficiente energéticamente, sino que también exponía menos parte de nuestro cuerpo a la luz solar. Caminar erguidos también significaba que podíamos ver más lejos sobre los pastos altos de la sabana.

El bipedismo también guió nuestro estilo de caza evolutivo y dio paso a la evolución de otras cosas, lo que nos dio ventajas sobre otros animales. Quizás la más importante de estas cosas fue la liberación de nuestros brazos y manos, lo que nos permitió concentrarnos e interactuar con las cosas con habilidad y atención de una manera que no podíamos haberlo hecho antes.

Hace alrededor de 1,2 millones de años, nuestro antepasado Homo erectus comenzó a perder el pelaje que hasta entonces cubría la mayor parte del cuerpo. Se debate la razón por la que esto sucedió, pero las teorías predominantes lo señalan como un evento extremadamente importante en la evolución humana. La teoría más prevalente y ampliamente aceptada es que la causa fue un cambio en el estilo de vida.

El Homo habilis era un carroñero omnívoro, pero el Homo erectus empezó a cazar. Esta necesidad de cazar hizo que bajáramos de los árboles y abandonáramos nuestro hábitat arbóreo. Las llanuras abiertas de la sabana eran más cálidas y, para que los humanos cazaran, necesitábamos adaptaciones particulares. Como bípedos, carecíamos de la velocidad de la que eran capaces los cuadrúpedos, y nuestro principal modo de caza pasó a ser la caza por perseverancia, un método que todavía se practica en la actualidad.

Correr durante horas bajo el sol africano significaba que necesitábamos una forma especial de refrescarnos. No sólo perdimos prácticamente todo nuestro pelaje, sino que desarrollamos glándulas sudoríparas en toda nuestra piel desnuda. Junto con nuestro bipedalismo, esta combinación de factores convirtió al ser humano en el animal con mayor resistencia para las carreras de larga distancia.

Si bien nuestra presa podría haber sido más rápida, podríamos rastrearla y continuar hasta que se cansara y colapsara por el calor y el agotamiento.

Cuando se trata de carreras de larga distancia, pocos animales pueden igualar a los seres humanos. Los lobos y los caballos son particularmente buenos, pero ni siquiera ellos pueden vencernos como el mejor corredor de maratón del reino animal.

La mano humana es una obra maestra evolutiva. La flexibilidad lograda por la presencia de un pulgar oponible ha aumentado a lo largo de los milenios, brindando a los humanos la herramienta biológica más precisa para la manipulación física de todo el reino animal. A lo largo de la prehistoria, hasta los albores del género Homo, nuestras manos fueron las herramientas con las que dimos forma a los objetos que nos rodeaban, convirtiéndolas en herramientas ideales para crear armas y otros implementos útiles. A medida que nuestro cerebro creció, también creció nuestro deseo de usar nuestras manos para actividades cada vez más complejas. Pero no es sólo la delicada habilidad de escribir o enhebrar una aguja lo que hace que nuestras manos sean tan especiales.

La evolución humana ha aportado a nuestras manos muchas otras ventajas. Nuestras manos, y especialmente las yemas de los dedos, son muy sensibles. Podemos sentir presión, detectar cambios de temperatura y analizar la consistencia de un objeto con solo tocarlo. Para las personas ciegas, la mano es un órgano sensorial invaluable que les permite experimentar el mundo en detalle; braille es un testimonio de esto. La capacidad de distinguir y dar sentido a patrones de puntos en relieve es un logro evolutivo increíble.

También usamos nuestras manos para comunicarnos. Y no se trata sólo de la multitud de lenguas de signos que se utilizan hoy en día, sino que también los gestos básicos de movimientos de manos y brazos al hablar transmiten ideas y emociones. ¡Uno de los ejemplos más interesantes de comunicación a través de nuestras manos es la capacidad de levantar el dedo medio!

Además de los movimientos de precisión y las delicadas habilidades sensoriales que hacen que nuestras manos sean tan especiales, los humanos somos los únicos simios que pueden cerrar sus manos en un puño efectivo. Junto con nuestra asombrosa habilidad para lanzar, nuestras manos se convierten en armas efectivas de combate cuerpo a cuerpo cuando es necesario.

Aunque un humano desarmado no tiene muchas posibilidades contra un león, un tiburón o incluso un tejón particularmente enojado, nuestras manos y el movimiento preciso que podemos hacer con ellas han salvado innumerables vidas. Muchos depredadores se lo han pensado dos veces antes de atacarnos al recibir un fuerte golpe en la nariz o un fuerte puñetazo en el ojo.

A diferencia de muchos animales con cuerdas vocales que pueden producir sonidos fácilmente, los humanos desarrollaron la técnica única de usar nuestras lenguas para adaptar nuestras vocalizaciones al habla, convirtiéndose eventualmente en lenguajes completamente formados y extremadamente complejos. La capacidad de utilizar nuestra lengua junto con otras partes de nuestra boca significa que podemos producir fricativas, oclusivas y explosivas (consonantes) que otros animales simplemente no pueden reproducir. Algunas aves pueden reproducir estos sonidos por otros medios, pero no es tan complejo como la variedad de sonidos que pueden emitir los seres humanos.

Cuando el Homo habilis empezó a fabricar herramientas, los resultados fueron burdos. Las rocas se golpearon hasta que una escama con la forma que querían se desprendió del núcleo lítico. No hubo una planificación cuidadosa ni características de diseño complejas. A medida que nuestros cerebros evolucionaron, nuestras capacidades cognitivas para planificar el futuro significaron que pudimos crear herramientas más complejas. Estas herramientas eran fundamentales para la supervivencia y el desarrollo del lenguaje significó que podíamos enseñar a otros cómo fabricarlas. El lenguaje nos permite retener el conocimiento a través de generaciones. Ese conocimiento podría desarrollarse generación tras generación hasta que nuestras habilidades, técnicas y herramientas se volvieran tan avanzadas que nos ayudaron a convertirnos en los principales depredadores en todos los entornos en los que vivimos.

Los seres humanos también son animales extremadamente sociales. Nuestros hábitos sociales exigían una forma de comunicarnos de manera efectiva y, a su vez, nuestra comunicación efectiva ayudó a que nuestras sociedades se fortalecieran. A medida que las sociedades se vuelven más complejas, nuestros hábitos sociales exigen una comunicación aún más efectiva. Este circuito de retroalimentación tiene un efecto poderoso en la evolución humana.

Y no es sólo con el habla que nos comunicamos. Nuestras caras tienen 43 músculos involucrados en la comunicación de emociones. Somos capaces de hacer alrededor de 10.000 expresiones faciales, cada una de las cuales comunica algo ligeramente diferente y cada una muestra una determinada forma de ira, felicidad, tristeza o alguna de las otras emociones centrales.

La mayor parte de esta comunicación facial ocurre de manera subconsciente sin que nos demos cuenta de que estamos haciendo las expresiones o leyendo la expresión de otra persona. Sin embargo, lo que esto significa es que, sin siquiera saberlo, nos estamos ayudando unos a otros a comprender a cada individuo y, al hacerlo, crear una sociedad que funcione mejor.

La capacidad de comunicarse silenciosamente mediante gestos también ayudó en la caza. Éramos y todavía somos capaces de cooperar y funcionar como un grupo altamente organizado sin hacer ruido.

A menos que seas un atleta profesional, puede parecer que la capacidad de lanzar cosas no es un factor tan importante en la evolución humana, pero a medida que retrocedemos en la historia y en la prehistoria, encontramos que poder lanzar cosas se vuelve cada vez más importante para la supervivencia humana.

Aunque otros simios y monos pueden arrojar cosas (normalmente heces), no se acercan en absoluto a poder hacerlo con la velocidad y precisión de las que somos capaces los humanos.

Todo comenzó hace millones de años en un proceso que vio comenzar una serie de cambios físicos. Los hombros se ensancharon y bajaron. La cintura se expandió. El húmero cambió de posición.

Todos estos desarrollos confluyeron en el Homo erectus hace unos 2 millones de años, lo que permitió a nuestros antepasados ​​lanzar objetos (normalmente piedras y lanzas) con suficiente velocidad y precisión como para que el resultado final fuera la muerte del objetivo.

La habilidad nos dio un alcance defensivo y ofensivo altamente efectivo que ningún otro animal era capaz de lograr.

No existe ningún debate (académico) de que los seres humanos son los animales más inteligentes de este planeta. Nuestras capacidades cognitivas están muy por delante de las de cualquier otro animal y nos permiten concebir cosas de inmensa utilidad, belleza y poder que han definido la cultura humana y, de hecho, nos han conducido a la civilización. Nuestras mentes nos han dado la capacidad de crear y destruir a una escala tan masiva que ahora tenemos la capacidad de acabar con toda la vida en el planeta.

La inteligencia es una característica no sorprendente en esta lista. Nos ha permitido manipular el mundo que nos rodea y crear las herramientas que necesitábamos para mitigar las ventajas de fuerza y ​​velocidad que otros animales tenían sobre nosotros. Nuestros cerebros nos ayudaron a socializar y cooperar. Guiaron las posibilidades dentro de nuestras manos avanzadas y nos impulsaron a fabricar lanzas y controlar el fuego. Nos ayudaron a aprender de nuestros errores y aprender de nuestros mayores, permitiéndonos transmitir información de generación en generación. Con cada generación, nuestro conocimiento se fue ampliando, haciéndonos cada vez más poderosos con el paso del tiempo.

A diferencia de otros animales, podemos visualizar e imaginar el futuro. La ventaja que esto nos dio en términos evolutivos no tuvo rival, ya que nos permitió visualizar las posibilidades creativas contenidas en una simple roca o un tronco.

La evolución humana nos ha dado poder sobre prácticamente todo lo que hay en este planeta. Desde el primer caso de extracción de pedernal hasta la colocación de satélites en el espacio y la destrucción de ciudades enteras con una sola chispa, los seres humanos realmente se han ganado la posición de ser la especie más exitosa y mortífera del planeta. En la competencia por la supervivencia, sin duda ganamos. Pero no fue una victoria rápida y fácil. Fue una combinación de inteligencia y rasgos físicos lo que nos dio la capacidad de recrear la naturaleza y aprovechar la realidad.

Lamentablemente, el mayor peligro para la especie humana actualmente es ella misma.

1. Bipedalismo2. Pérdida de pelo, sudoración y carreras de larga distancia3. manos4. Habla y lenguaje5. Lanzar6. Inteligencia: el golpe de gracia de la evolución humana